Capítulo 11
– El fallo del héroe
– En cuanto dé
la señal, les atraparemos.
– No estoy seguro de que podamos reducirle, aunque
seamos muchos.
– ¿Quieres que sigan infectando nuestro mundo?
– Debemos eliminar a esa hechicera, como mínimo – se
unió otra voz.
– Ya... Pero quizás...
– ¡Shh! – chistó el líder del grupo – Parece
que el monstruo acaba de levantarse. Ha terminado su descanso.
– Deberíamos haber atacado mientras tanto – opinó su
compañero.
– Quizás... Pero la ventaja de la sorpresa sigue con
nosotros.
– Está agarrando a la hechicera por la cintura – dijo
otro demonio a su lado.
– A lo mejor quieren yacer juntos – dedujo el otro.
– Pues mejor – susurró el líder – Pillarles infraganti
será más confuso para él.
– No se quitan la ropa... ¿Lo harán de otra manera?
– ¿En qué estás pensando? Degenerado...
– Yo sólo...
– ¡Baam! – una tormenta de arena en miniatura
se levantó con el despegue del saiyan.
– ¡Se escapan volando! – gritó un demonio de entre la
multitud.
– ¡Nos han descubierto! – grita el jefe – ¡A por él!
Decenas de demonios salieron de sus escondrijos entre
arbustos y rocas al rededor del área pedregosa donde Glova y Crewinch habían
estado descansando.
El saiyan, sosteniendo a Crewinch por la cintura con
una mano mientras ella se aferraba a él como podía, miró hacia atrás para ver
cómo incontables demonios seguían su vuelo – No pueden alcanzarme – sonrió. Con
su mano libre apuntó hacia ellos y disparó varias ráfagas de energía cerúlea
que colisionaron aleatoriamente con algunos perseguidores.
– ¡Disparad también, idiotas! – ordenaba el líder
mientras lanzaba una onda de Ki hacia Glova.
Para el joven saiyan era fácil esquivar las ráfagas de
aquellos demonios. Por la rapidez de éstas y por sus potencias, Glova
sentía que la gran mayoría de ellos superaban ampliamente las mejores tropas de
élite del imperio, pero no llegaban a superar el poder del ex–emperador
Freezer.
Tras unos minutos de persecución, Glova dejó atrás a
los demonios y aterrizó en una zona algo más arbórea.
– Aquí no pasaremos tanto frío.
Crewinch, ahora más calmada por el viajecito, miró a
Glova y sonrió – Si tan fuerte eres, ¿por qué no les diste combate?
– No tenía ganas de que, en un descuido tuyo, te
capturaran y te tomaran de rehén.
– Ni que te importara.
– Sin hechicera no tengo manera de salir de aquí. ¿No
te parece?
Crewinch ignoró su comentario, se sentó de espaldas
contra un árbol grueso y de acomodó para dormir.
Glova, en cambio, levitó hasta las ramas más altas del
mismo tronco y se recostó en una de ellas para ver el paisaje y caer en un sueño
a la vera del viento.
La misma figura bañada por la oscuridad le brindaba su
voz de nuevo. Pero esta vez era extraño, diferente. Glova supo que se dirigía a
él.
– Mis errores no son tan malos como uno puede llegar a
imaginar, saiyan.
– ¿Estás... me estás hablando a mí?
– Khän tenía razón. Eres muy perspicaz.
– ¿Quién eres? ¿Dónde está Khän?
– Bueno, podemos afirmar que esto es un sueño –
su voz era grave y el contorno de su silueta, corpulento – Un sueño
inducido, diría yo.
– ¿Inducido por ti?
– Sí. Claro.
– ¿Quién eres?, pues.
– Alguien que está esperando tu regreso. Alguien
con quien has compartido gran parte de tu vida.
– No sé de quién me hablas.
– Por supuesto que no. No nos conocemos. Sólo sabes
de mí a través de tus sueños.
– ¡Eres la persona protagonista de los sueños tan
extraños que tengo!
– Una buena conclusión. Sí, señor.
– ¿Cuál es tu nombre?
– No es tan difícil – rio el extraño – Dejaré
que lo adivines tú mismo.
– ¿Por qué ahora quieres conversar conmigo? – preguntó
Glova, serio.
– ¿Por qué? – repitió él – Pues porque
siempre he querido, pero nunca pude.
– ¿Cómo contactas conmigo? ¿Por qué estás en mi
cabeza, en mis sueños?
– Vaya, vaya – replicó el desconocido – Son
muchas preguntas. Todo a su tiempo. De hecho, voy a hacerte una pregunta a ti,
relacionada con todos estos tipos de acontecimientos – a Glova no le
gustaba ese tipo – ¿Por qué no puedes contactar más con el viejo Khän?
Glova calló, pero no apartó su mirada de la oscura
figura, ennegrecida por una neblina oscura que no debería estar ahí – pensó el
saiyan.
– Quizás Khän te haya dejado de lado.
– Lo dudo mucho. Es mi maestro. Confío en él.
– Quizás... – prosiguió – tu querido maestro
piense que ya eres mayor, que ya te has convertido en todo un guerrero, que no
requieres más de su aprendizaje.
– No es cierto, aún me queda mucho que aprender de él.
Y Khän lo sabía.
– O a lo mejor... – le interrumpió de nuevo – es
que Khän ya no existe.
– ¿Qué? ¿Qué insinúas? khän no puede morir. Es viejo,
pero su alma es longeva, como la vida de cien estrellas.
– A estas alturas tú y yo sabemos que incluso cien
estrellas pueden ser destruidas.
– ¿¡Qué estás insinuando!? – exclamó Glova, alterado.
– Ya lo sabes, joven saiyan. Es hora de irme, pero
espero que soluciones tus problemas con quien te impide meditar a gusto.
Glova despertó, contemplando el amanecer rojizo en el
horizonte. Mientras valoraba la belleza de tal acontecimiento, pensaba
seriamente en su sueño, recordándolo antes de que se desvaneciera en su
memoria. Aunque pocas veces podía olvidarlos, cuando se trataban de aquel
misterioso individuo.
Había mencionado a Khän, así que él le conocía – Lo
más extraño es que haya contactado conmigo. ¿Por qué ahora? – se preguntaba
Glova – En un principio creí que se trataría del responsable de los bichos
negros que intervienen en mi meditación. Pero eso último que ha dicho le
descartaría como culpable... a no ser que haya fingido. Pero entonces... ¿Por
qué contactar ahora conmigo?
Glova se masajeó la nuca. Dormir en un árbol no había
sido muy cómodo – Tiene algún tipo de relación con mi maestro. Me conoce tanto
como él.
– Me conoce tanto como él... – susurró para sí
repitiendo lo que acababa de pensar – ¡Es él mismo! Khän me está poniendo a
prueba.
Sonrió y se estiró, bajó a tierra y despertó a
Crewinch, que dormía apaciblemente usando su capucha de almohada.
– Despierta, Crewinch. Ya es temprano.
La hechicera se desperezó y se levantó sin disimular
su cara de cansancio.
– Me duele todo – apuntó cuando notó el dolor de los
hematomas producidos el día anterior.
– Hoy debemos regresar a nuestro mundo – dijo Glova.
– Pues me gustaría ver cómo pretendes hacerlo – pero
en cuanto aquellas palabras salieron de sus labios, su rostro expresó un gesto
de atención y sorpresa idéntico al de un animal que acaba de distinguir a su
depredador. Pasmada, con los ojos abiertos y la boca entrecerrada, Crewinch no
decía nada más.
– ¿Hola? – Glova buscaba la mirada perdida de su compañera.
– Ya nos están buscando.
– ¿Eh? ¿Cómo lo sabes?
La hechicera le miró a los ojos – Noto la presencia de
un brujo.
– Un brujo – repitió Glova.
– Sí – apuntó al norte con la mano – Por allí. Él debe
haberme sentido y ahora viene hacia nosotros.
– ¿Le conoces? Entonces bien. A propósito – se cruzó
de brazos y se tumbó en la hierba a la sombra de un árbol – ¿Qué diferencia a
un brujo de un hechicero?
– No lo comprenderías – Crewinch seguía mirando hacia
el norte – ¿No deberíamos adelantarnos?
– Prueba. Quizás comprenda más de lo que creas – el
saiyan se acomodó aún más – Y no. Él viene hacia aquí. No hace falta caminar
más.
– No malgastaré saliva explicándotelo – contestó ella
mientras se sentaba en el suelo.
– Qué rara es esta chica... – susurró Glova al ponerse
la capucha para que el sol de oriente no le molestara.
No tardó muchos minutos en verse una figura
aproximarse caminando lentamente desde el norte. Llevaba un báculo en la mano
que soportaba su peso al andar.
– Lo sabía – dijo Crewinch – Es Yigull.
Glova levantó la mirada para visualizar al nuevo
desconocido. Iba vestido con una armadura de metal azul y plata, con plumas
azules y grises que decoraban la ornamentación de los hombros. El bastón negro
que usaba terminaba en una esfera imperfecta que irradiaba un rojo eléctrico y
de ella colgaban varias canicas de diferentes materiales. Parecía más un
guerrero que un brujo desde el concepto que el saiyan entendía por brujo.
– ¿Por qué lleva armadura? Creía que vosotros no
solíais entrenaros físicamente.
– Nosotros, los magos, tenemos una clara ventaja sobre
el combate cuerpo a cuerpo gracias a nuestros poderes, que limitan mucho y
evaden ese tipo de situaciones – Crewinch hablaba en voz baja, como si no
quisiera que se enterara Yigull, a pesar de estar aún a decenas de metros de
distancia – Sin embargo, si conocemos a un rival capaz de llegar hasta nosotros
en combate físico, deberíamos estar protegidos, ya que aunque tengamos
superioridad mágica, nuestro punto débil sigue siendo el combate corporal.
– Bueno – Glova imitó su bajo tono de voz – ¿Y por qué
tú no llevas armadura?
– Porque no conozco armadura capaz de frenar a quien
pueda superar mis habilidades mágicas contra el cuerpo a cuerpo.
– ¿Debo suponer que ese tío sí ha encontrado una?
– La ha forjado él mismo – sentenció la hechicera
mientras miraba al brujo acercarse
Cuando ya estaban a pocos metros, el brujo se presentó
– Hola, Crewinch – empezó. Luego se presentó a Glova – Soy Yigull, maestro de
la niebla luminosa.
Glova aguantó una risa. Aquella introducción parecía una
broma, pero su semblante siguió serio y respetuoso.
El brujo parecía adulto, pero no demasiado mayor. Su
barba negra llegaba hasta el pecho y sus ojos verdes miraban fijamente al
saiyan.
– Ha pasado mucho tiempo, Crewinch.
– Así es.
– ¿No eres ya mayorcita para llamar a un adulto a que
te solucione los problemas? – se burlaba sin sonreír.
– Sácanos ya de aquí.
– Eso hago. De nuevo salvaré el culo a Cliv sacándoos
de este sitio pestilente.
– ¿Salvarle?
– Sí – Yigull empezó a hacer círculos en el aire con
la punta de los dedos – Los demonios petrificados le están dando muchos
problemas.
– ¿Demonios? – se sorprendió Glova – Cliv mencionó que
eran soldados.
– Cliv te dirá lo que haga falta para que sigas en su
juego – se rio el brujo mientras de sus dedos emanaba una línea relampagueante
que formaba una circunferencia.
El portal comenzó a seguir la ruta que los dedos
iniciaron, aumentando su tamaño y tomando la forma de una puerta.
– Adelante – dijo el brujo.
Cuando lo traspasaron se percataron de que estaban en
un despacho. Era el despacho de Cliv, naturalmente. Él estaba sentado en su
butaca cuando los vio llega.
– ¡Por fin! –
exclamó – ¿Qué os ha pasado?
– El idiota este me llevó con él a la dimensión del
mal.
– No confío en ti, Cliv – soltó Glova sin parecer
molesto – Y menos, tras descubrir que los petrificados no eran lo que dijiste
que eran.
– Ahora forman parte de mis tropas, Glova. No te
mentí. Pero tengo un problema con ellos.
– A mí ya no me interesa. He saldado mi deuda con
creces – dijo el saiyan mientras se acariciaba las costillas doloridas.
– De acuerdo, señor G. – admitió Cliv – Nuestro trato
queda saldado, pero insisto en hacer uno nuevo.
– No. Lo siento, Cliv – contestó seriamente el saiyan –
Debo volver a mi hogar.
– Está bien. Si no puedo convencerte, te dejaré mis
datos en la nave que te regalaré, para que contactes conmigo cuando necesites
hacer otros negocios.
– ¿Me regalas una nave? – se extrañó Glova – ¿Por qué
motivo?
– Pago bien mis deudas. Además, me aseguro de que, si
hacemos un trato en el futuro, puedas venir hasta mí lo más rápido posible. Tu
equipo, víveres y datos han sido traspasados de tu antigua nave a la nueva.
– Muchas gracias – contestó Glova con fingido
esnobismo – Ahora debo irme.
Cliv se levantó y le tendió la mano a Glova, con una
sonrisa brillante – Encantado de haberle conocido, señor G. Mis magos te
guiarán hasta la nave.
Glova le estrechó la mano y le devolvió una mueca
risueña – Adiós, Cliv.
El saiyan y sus acompañantes caminaron y por un gran
pasillo, traspasando una gran sala de hotel para salir al exterior – Sí.
Estamos en Gelarpa – se aseguró Glova, contemplando los altos y característicos
edificios que bordeaban el área.
En una gran pista de aterrizaje, Crewinch y Yigull le
condujeron hasta una bella nave blanca de rebordes rojos.
– Vaya – se sorprendió. Su cola se movía casi
independiente e ilusionada bajo la túnica.
Glova se dirigió ahora a la hechicera, situándose
justo enfrente – Un placer, Crewinch, espero que no me guardes demasiado rencor
– le sonrió.
– No guardo rencor – contestó ella – Simplemente sé
que eres cortito de mente – le tendió la tarjeta de control de la nave.
– Claro – rio tomándola – Un placer.
Ahora el saiyan se situó delante del brujo –Lo mismo
por ti... ¿Cuál era tu nombre?
– Yigull – contestó.
– "Maestro de la niebla luminosa" – recordó
Glova, aguantando una sonrisa – Un placer.
El brujo agachó la cabeza, devolviendo el saludo –
Adiós, Glova.
Subió a la nave e introdujo la tarjeta.
– Bienvenido – saludó el ordenador.
Por dentro, todo era comodidad y lujo. Blanco, negro y
con matices y adornos rojos. Se notaba que el tejido del asiento del piloto era
de gran calidad y que el sistema informático era moderno, actualizado.
Tras ver todas las habitaciones del nuevo vehículo,
activó los impulsores y despegó. Era cierto, los datos de su otra nave habían
sido trasladados a esta. El recorrido hacia Glasq ya estaba instalado – Activar
ruta automática al destino fijado.
– Ruta automática activada – respondió el ordenador.
– De acuerdo – se dijo cuando se quitó la túnica y el
uniforme – De vuelta a casa.
El saiyan disfrutó de una gran cena y tras ducharse
fue directo a una enorme cama impoluta.
– Un problema menos – susurró antes de cerrar los
ojos.
– Lo tenías delante y no lo viste – le
susurraba la misma voz que le hablaba en sueños. Esta vez, ninguna figura había
que proyectara la charla. Parecía que era el mismo sueño el que se le dirigía.
– ¿A qué te refieres? – Glova no entendía.
– Tanto que te enseñó el viejo maestro, para esto.
Te recomiendo que cuando termines tus deberes en el lugar al que te diriges, te
hagas un favor a ti mismo y, por el bien común, vayas en busca del culpable de
la muerte del viejo.
– ¿Qué estás diciendo? ¿Insinúas que Khän está muerto?
– No insinúo nada. Te lo confirmo. Creía que tenías
más luces.
– No es posible.
– Como no empieces a comprender, jamás podrás ver
lo que no te muestran los ojos.
Glova se despertó sobresaltado de su cama y salió de
ella rápidamente. Estaba sudando y necesitaba calmarse.
Los efectos holográficos de las paredes mostraban un
universo brillante y oscuro a su vez. Como si todas las estrellas se hubieran
puesto de acuerdo para brillar con la misma intensidad.
La cola de Glova se movía silenciosa, acariciando los
muslos desnudos y rozando esporádicamente su espalda.
– No puede ser verdad – susurró.
Se percató entonces de que tenía demasiado húmedos los
pómulos. Había llorado mientras soñaba. Si no le estaban poniendo a prueba,
significaba que su maestro... No. Que su mejor amigo había sido asesinado.
No pudo resistir la tentación. Se sentó en su cama y
concentró toda su mente en contactar con Khän.
De nuevo el mundo blanco. De nuevo el par de bestias,
ahora unidas en un mismo cuerpo enorme. Ahora le igualaban en altura y las dos
cabezas mostraban sus dientes mientras le miraban con unos ojos exageradamente
pequeños, pero enfadados.
– ¡Khän! – gritó él, pero su maestro no contestó. En
su lugar, contestó la criatura.
– Estás muy perdido – hablaron las dos cabezas al
unísono, como si fueran una sola voz, pero con reverberación.
– ¿Quién demonios eres? – le preguntó Glova.
– La marea de tus errores, la debilidad de tus poderes
y la cantidad de tus errores – de sus fauces comenzó a brotar y chorrear el
mismo líquido negro que ya vio una vez.
Glova se tumbó de lado hacia fuera de la cama para
vomitar. Algo malo pasaba y no sabía qué era. Algo extraño sucedía y no tenía
opciones que le brindaran respuestas, o eso creía él.
A la semana, la nave del saiyan llegó a Glasq. El
aterrizaje en la explanada principal de Mul Freezer fue la llegada triunfal del
héroe redentor para aquel pueblo. Miles de habitantes aclamaban su regreso
esperado.
Miles de voces aclamaban su nombre.
– ¡GLOVA! ¡GLOVA! ¡GLOVA!
El clamor fue homérico, memorable, digno de alabanza
de los dioses. Pero, en esos instantes, el joven redentor no pasaba por los mejores
momentos de su vida. Sus tutores les debían una explicación y buscar a su
maestro sería la segunda faena que tenía en mente.
Necesitaba volver a ser el saiyan que se embarcó al
espacio en busca de un objetivo claro, cuando notaba que su vida tenía algún
sentido.
En el próximo capítulo veremos qué tienen planeado los tutores de Glova. Marcará un hito importante para nuestro saiyan pero, ¿cómo de importante? ¿Más mentiras? ¿Confesión de una vida artificial?
ResponderEliminarEspero que os vaya gustando 😉
Interesante como avanza, cada vez hay mas frentes y tramas abiertas, impaciente por ver la continuación.
ResponderEliminarEspero ver de nuevo a Crewinch, como también ver que planearon los tusfur !