Capítulo 10 - El Gran Gakka



Capítulo 10 - El Gran Gakka


Hazam atacó primero golpeando con una de sus espadas al escudo que Glova tenía preparado en guardia.

La segunda hoja casi rozó la cara del saiyan, pero una patada en el abdomen fue lo que empujó a Glova hacia atrás.

Cayó decenas de metros a distancia de su oponente. Ese acierto había sido crítico. No podía respirar; había acertado en la boca del estómago y la armadura saiyana no parecía haber amortiguado nada. Se levantó, dispuesto a hacerle frente, pero delante de él no había nadie.

Su instinto fue agacharse. Una de las espadas pasó rozándole la cabeza; entonces Glova aprovechó y, apoyando sus manos en el suelo, hizo de muelle con sus piernas para acertar un golpe en el pecho del demonio.

– ¡Pam!

Se incorporó con rapidez, pero Hazam estaba en el mismo sitio. El golpe no parecía haberle afectado.

– ¡Vaya! – exclamó risueño el viejo Gakka – Eres poderoso para ser del otro mundo. Pero, sintiéndolo mucho, debo decirte... – le dedicó una sonrisa maléfica – ...que sigo siendo el mejor.

En ese momento, Hazam volvió a atacar propinando una potente patada lateral. Glova no tuvo otra opción que cubrirse con el escudo. No era suficientemente rápido como para intentar esquivar un ataque tan directo.

Por suerte, el escudo seguía haciendo efecto: la patada del rival chocó contra el metal con una fuerza minúscula. Por desgracia, el regente se dio cuenta de tal valiosa ventaja.

¡Ugh! – exclamó – Me ha dolido. Estoy seguro de que me has provocado un hematoma con ese bloqueo.

Una gota de sudor caía por la sien del saiyan.

– Tienes un escudo muy peculiar, joven. Ese será mi segundo premio por ganarte. Estoy seguro de que es una verdadera reliquia.

Glova frunció el ceño y, molesto por los comentarios de su rival, se concentró y atacó cargando y lanzando una ráfaga de Ki desde su mano abierta.





Hazam sonrió aún con las espadas en alto. Esquivó la ofensiva sin mucha dificultad y rio de nuevo. Pero el joven saiyan no se rindió; lanzó varias ondas de energía y ninguna fue capaz de tocar al demonio, aunque las dirigiera el mismo Glova para acertar en el blanco.

El demonio aprovechó su movimiento evitando las bolas de energía para acercarse a su oponente y pegarle otra patada en la cara.

El saiyan cayó al suelo con la boca sangrante. Escupió un par de veces y vio las botas de Hazam justo enfrente. Saltó rápidamente, enganchando un golpe de derecha en el mentón del demonio, pero éste sólo dio un paso atrás.

– ¿Dónde están sus espadas? – se preguntó Glova cuando no las vio en sus manos – Es mi oportunidad – pensó.

Con el escudo por delante, Glova embistió al Gakka y éste puso sus manos en el metal, soportando el atropello del saiyan.

El viejo demonio notaba cómo sus manos no soportaban la fuerza que oponía su adversario – Tiene que ser el escudo – dedujo él.

Entonces, un doble de Hazam emergió por su lateral.

Glova, pasmado por lo que acababa de ver, sólo pudo recibir el impacto de un derechazo del clon. Fue derribado entonces al suelo, aturdido por el acierto en plena barbilla. Cuando se recuperó, se dio cuenta de que ya no tenía el escudo en su antebrazo; Hazam lo había agarrado fuertemente mientras Glova caía.

– Bonito – dijo él, sosteniéndolo entre sus manos, pasando sus dedos por encima – Mágico – El clon desapareció – Nunca había visto instrumento igual.

Glova volvió a ponerse en guardia. Pero sus expectativas estaban cambiando. Hazam era probablemente más fuerte que Cold; pero, sobre todo, era más rápido, resistente e inteligente en el combate.

– No te puedo matar – rio Hazam de forma maliciosa – Pero puedo jugar con tu vida y hacerte sufrir.

Glova esculpió su mayor cara de odio. La tensión entre sus dientes, el salado sudor resbalando sobre su frente y la sangre reseca en su comisura le daban un aspecto realmente desesperado, casi mediocre.

El regente apareció delante de él y Glova reaccionó rápido con su puño, pero insuficiente para la velocidad del demonio. Cuando se dio cuenta, otro golpe de martillo ya caía desde el cielo, acertando de lleno en la cabeza.

Cuando el derribado saiyan quiso levantarse, recibió un escudazo en plena nariz, haciéndole caer de espaldas.

Sus manos sostenían un dolor expansivo por la zona del tabique nasal. Quizás estuviera roto. De sus piernas emergieron dos bolas de energía que fueron a parar a la cara de Hazam, sorprendiéndole.

– Menuda sorpresa – dijo el demonio, como si nada – ¿Tienes algo más para divertir al público?

Agarró del cuello al herido y lo alzó en el aire.

– Contempla a los espectadores. Están dispuestos a ver un gran combate o sangre sobre la arena. Y yo no puedo otorgar el derramamiento de tu sangre, porque te necesito vivo – le tiró al suelo – Así que dame el combate que quieren ver.

Glova tomó aire y se incorporó. Cerró los ojos y al fin, se decidió. Necesitaba una estrategia urgentemente.

De un salto, el saiyan fue directo a Hazam. Éste, divertido, alzó su mano derecha haciendo aparecer en ella una de las espadas, mientras con la izquierda sostenía el blasón.

– ¡Zip!
Glova apareció en un lateral disparando una onda de energía que Hazam cortó con su sable.
– ¡Zip!
Desde el otro lateral, Glova lanzó una patada, que dio de lleno en la cara de su oponente.
– ¡Zip!
Enfrente de nuevo, Glova pegó un codazo directo a la nariz.
– ¡Zip!
Por detrás, a un par de metros de su objetivo, Glova apareció con ambos puños apuntando hacia delante – ¡Oreia Kaiol!

La potente onda de energía emergió desde sus nudillos, mientras su Ki en auge conectaba directamente con la ráfaga creada – ¡Blaam! – tronó al dispararse.

Una gran luz se expandió delante de Glova y un terrible sonido vibrante y metálico brotó de su objetivo.

– Joder... – susurró Glova entre suspiros. Había puesto mucha energía y confianza en su ultra velocidad para conseguir un golpe crítico, pero la rapidez de Hazam surtió efecto, cubriendo su cuerpo con el escudo de Glova y, sin saberlo, se había librado de una brutal explosión.

– ¡Oh! – exclamó el regente, sorprendido – Gran escudo para tan poca cosa como eres tú, pequeña persona.

Entre dientes, Glova maldecía su suerte. Pero por poco tiempo. El Gakka se precipitó de nuevo golpeando su sien con el mango de su espada. Glova cayó al suelo una vez más.

– ¡Levanta! – gritó Hazam, propinando una patada en el estómago de Glova que le empujó varios metros atrás.

El regente ya esperaba su caída en el lado contrario y la siguiente patada mandó al saiyan al cielo.

De nuevo, Hazam interceptó la trayectoria de su oponente y colisionó con él de un rodillazo que lo mandó de vuelta a la arena.

La armadura de Glova tenía roturas por varias zonas y su rostro magullado sentenciaba un final del combate próximo. Un hilo de sangre caía por su nariz y su ojo derecho se había hinchado, inflamado por los golpes.

– Es una pena – dijo Hazam bajando desde el cielo – Llegas aquí creyendo ser el número uno y te topas con la mayor dosis de realidad – se agachó para ponerse a la altura de su rival derribado – Si tu mundo nos interesara, yo gobernaría en él.

Lo más rápido que pudo, Glova lanzó una bola de energía directa a la cara de Hazam, pero éste estaba aún atento a sus movimientos y fintó para esquivarla. Entonces pisó fuertemente contra el suelo la mano que usó el saiyan para disparar.

¡Argh! – gritó el joven saiyan por el dolor.
– El show ha terminado, señor mercenario.
– Cuando lucho, no soy ningún mercenario – dijo Glova – ¡Soy un Saiyan! – entonces cerró bruscamente el puño que tenía encima el pie de su agresor.

Una nueva luz brillaba en el cielo. Hazam giró su cuello por curiosidad para ver la nueva estrella formada en el firmamento. Sonrió y volvió la mirada a su víctima, que ahora tenía una pinta muy extraña.

Su nariz parecía crujir y sus músculos ensancharse. Los gemidos de Glova eran terroríficos. Los dientes obtuvieron forma de colmillos y el vello del cuerpo comenzó a crecer a una velocidad pasmosa, al igual que su tamaño corporal.

– Pero ¿qué...? – pudo decir Hazam, liberando la enorme mano que aprisionaba con el pie.

Sus músculos aumentaban en volumen y su nariz se transformó en hocico. Su ropa no se rompía, se adaptaba a la metamorfosis. Cuando la transformación cesó, los monstruosos gemidos de Glova pararon. Entonces se incorporó y se levantó.

Hazam había retrocedido decenas de metros al contemplar un fenómeno tan siniestro y peligroso.

¡RAAAWR! – gritó el ozaru al cielo, a los espectadores, a su oponente, al mundo entero. Resonó en toda la ciudad y varios demonios entre el público se fueron volando, asustados.

– ¿Eres... – le preguntó Hazam sosteniendo el blasón y la espada en guardia – ¿Eres un demonio? ¿Esa es tu forma original?
– No me oíste bien antes – dijo Glova sonriendo, mostrando sus colmillos gigantes – ¡Soy un Saiyan!

El gran ozaru levantó el puño y lo estrelló en el lugar donde estaba Hazam, quien esquivó el ataque por muy poco.

El Gakka empezó a volar para estar a una altura más ventajosa, pero se dio cuenta de que suponía un gran riesgo.

Las mandíbulas de Glova se cerraron justo enfrente de Hazam, que se había movido rápido en el aire para no ser devorado.

Con una finta en pleno vuelo, el regente pudo evitar la garra del gigante y llegar hasta su cara. Golpeó con un rodillazo el hocico del ozaru y éste gruñó, pero no se inmutó. Un enorme puñetazo de izquierda mandó a Hazam a la otra punta del área de combate.

– Qué resistencia – susurró el demonio – Debo tener cuidado, este golpe me ha... – se fijó en su brazo derecho. Estaba dislocado por el codo.

Soltó la espada y tiró de él con su mano izquierda, crujiendo y restableciéndolo en su lugar.

– ¡Joder! – exclamó – Su fuerza es una brutalidad.

Los pasos del ozaru retumbaban en los oídos de Hazam. Se acercaba a él, sonriendo de nuevo, o quizás enfadado, sólo veía una fila de peligrosos dientes acercándose.

El demonio lanzó una enorme bola de energía roja en llamas, pero el ozaru alzó sus manos hacia delante, la paró sin mucha dificultad y la estrujó como una nuez, explotando entre las palmas de sus garras.

– Esto es demasiado – Hazam voló bien alto – ¡Te dejaré hecho un trozo de carbón! – aspiró exageradamente y sopló hacia Glova. Sus labios despidieron un fuego infernal rojo y amarillo, rápido e intenso.

Glova, desde abajo, abrió la mandíbula y escupió una ráfaga de energía rojiza que colisionó contra el fuego y creó una explosión que ensordeció a media ciudad.

Hazam no sabía qué había ocurrido. El humo no dejaba ver nada hasta que repentinamente surgió del humo el monstruoso ozaru, golpeándole con ambos puños en forma de martillo.

¡Pam! – el regente se estrelló contra el suelo, abriendo un cráter en él. Cuando se levantó, una patada sacudió la tierra y su cuerpo, enviándole hacia arriba, donde se detuvo conscientemente.

– Esto es un gran problema – susurró entre suspiros de cansancio.
– ¡Estás muerto, Hazam! – gritó Glova, rugiendo como una bestia.

Entonces Hazam recordó cuándo había sucedido la transformación – ¡La esfera luminosa! – miró hacia el cielo, donde la luz blanquecina emanaba refulgente.

El ozaru saltó hacia su enemigo, pero Hazam fue rápido: giró sobre sí mismo y lanzó el escudo de Glova directo a la luz. Entonces notó un choque con la palma de la mano del ozaru, que se disponía a empujarlo con la mano para estrellarlo contra el suelo.

El disco metálico rebasó la esfera blanca, desintegrándola en el cielo al cortar su forma energética en dos.

Glova, que ya se precipitaba desde gran altura para aplastar a su rival, se dio cuenta e intensificó la velocidad de caída.

Hazam estaba atrapado en la palma del monstruo.

El tamaño del ozaru fue reduciéndose, pero, como un meteorito, llegó e impactó su mano contra la tierra, levantando una nube de arena y polvo.

El público se impacientaba por ver el resultado de la colisión.

Cuando la nube ya se dispersaba, pudieron contemplar a Glova en pie en su estado normal. No veían a nadie más.

Glova se encontraba en un gran cráter, y en medio del mismo estaba el cuerpo inerte de Hazam, lleno de magulladuras.

Glova se acercó para comprobar la muerte de su rival tomándole el pulso. Era verdad, Hazam había muerto.

El tañido de una campana sonó mientras el saiyan salía del cráter. Un par de demonios pasaron por su lado en dirección al cuerpo del regente.

El saiyan voló rápidamente hacia la dirección por donde el escudo había sido lanzado. En un minuto descubrió un mercado hecho trizas, con el vendedor sosteniendo el blasón, inspeccionándolo. Glova le arrebató el escudo sin dar explicaciones y volvió a la arena.

Cuando llegó a la mesa de piedra central, se sentó en ella, descansando.

– Uf... – se dijo a sí mismo – Por un momento creí que me mataría.

Otra campana más grave resonó en todo el estadio y, de inmediato, un centenar de demonios se fueron volando, pero la mayoría de ellos se arrodillaron.

– ¿Qué está pasando?

Un demonio se acercó a Glova desde la distancia y, cuando estuvo a una distancia prudente, habló.

– Nuestro regente ha sido asesinado en combate. Eso convierte a su asesino en nuestro nuevo Gakka, hasta que el Dakka vuelva.

Glova miró a todo el público – Estás de broma ¿no?

– A ninguno de nosotros le gusta esto. Si te vas, será mejor para todos.
– Nunca he querido reinar en ningún sitio. Y menos en este mundo lleno de maldad. Liberad a mi compañera y nos iremos.

El demonio asintió y alzó una mano hacia los guardias de entre el público gritando en un idioma desconocido.

A los pocos minutos entraron en la arena varios escoltas con la hechicera encapuchada entre ellos.

Cuando Glova miró a los ojos a su compañera pudo observar que había sido torturada. Tenía moratones y roces por la cara, que era la única parte visible de su cuerpo, exceptuando las manos.

– ¿Qué le habéis hecho? – les preguntó Glova, indignado.
– Es lo mínimo que les hacemos aquí a los brujos – dijo uno de los guardias, asqueado por la presencia de la encapuchada. Acto seguido le escupió en la túnica.

Glova saltó y sacudió la cabeza del ofensivo demonio con una patada, derrumbándolo en el suelo, dejándolo inconsciente.

– Aún tengo energías para asesinar a esta ciudad entera – mintió – Si volvéis a molestarnos, no dudaré en hacerlo.

Los demás demonios le miraron repugnados y se retiraron comentando entre ellos – Si no fuera por los brujos, en nuestro mundo no faltaría un Dakka ni habría tantos problemas.

Entonces Glova y Crewinch tomaron el camino de vuelta por donde habían venido y llegaron hasta la zona pedregosa. Allí se sentaron, pensando en alguna forma de volver.

– Supongo que en este mundo habrá otros hechiceros ¿no?
– Eres muy poderoso, pero sabes poco de la vida – le respondió ella – Los brujos y hechiceros de mi clase no somos tan usuales como imaginas. Si es difícil encontrarse con uno en nuestro mundo, ¿cómo crees que será en un mundo donde les han condenado?
– Vaya... – contestó Glova, desanimado – Está bien. Contactaré con alguien que puede que nos saque de este embrollo.

El saiyan se sentó correctamente para meditar y cerró los ojos. Crewinch se le quedó mirando extrañada y cuando de su paladar emergió la luz rojiza, le sorprendió.

En aquel sitio lleno de nada seguía estando el bicho negro y su clon. Ahora más grandes que antes. Nadie más estaba allí.

– ¡Qué pesados! – gritó Glova.

Los pequeños monstruos le gruñeron y el saiyan disparó a ambos, que cayeron y empezaron a derretirse, formando un charco negro y viscoso.

– ¡Khän! – gritó entonces – ¿Dónde estás? – ni un único eco respondió a Glova. Estaba solo.

Unos golpes en la mejilla sacaron a Glova de su meditación.

– Señor G. – le llamaba Crewinch – Señor G.

Glova abrió los ojos. El cielo ahora estaba oscuro. La hechicera le tenía enfrente.

– Hace frío y tengo sed. Debemos encontrar un lugar recogido.
– ¿Cuánto tiempo he estado así?
– No lo sé. Horas.
– ¡¿Horas?!;
– Sí. Y no aguanto más. Vámonos.
– Espera.
– No, no pienso esperar.
– Crewinch.
– ¿Qué?
– Estamos rodeados.


1 comentario:

  1. ¡Espero que os haya gustado el combate! (y los dibujitos =D)

    La deuda de Glova ha sido saldada ¿Qué toca ahora? El próximo capítulo será importante.

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