Capítulo 8 – Batallas de La Tierra
Una mansa ráfaga de viento
soplaba en aquel valle escabroso, rodeado de altas montañas y techado por unas
amplias nubes cirriformes.
Glova, con las manos en la
cintura, fijaba su neblinosa mirada en su adversario. Le rodeaba el aura de
super saiyan mientras sonreía sin ningún motivo aparente y su cola se rizaba
sobre sí misma.
Glacier, en cambio, no le miraba
a él, sino el paisaje terrestre que los rodeaba.
– Ideal para que nadie nos
moleste.
– ¿Vienes solo? – habló Glova al
fin.
– Los demás no tienen
posibilidades y no conocen los límites de tu poder.
– ¿Y tú sí? – se burló el saiyan.
– Puedo hacerme una idea.
– Nunca hemos luchado en serio –
su tono parecía burlón – ¿Qué te hace pensar que puedes imaginar hasta dónde
llega mi poder?
– Antes de combatir debo hacerte
entrar en razón, prevenirte antes de que algo malo pueda ocurrir – aconsejó el
praio.
– Puedes ahorrártelo, Glacier.
Estoy voluntariamente de parte de Babidí.
– Sí, eso está claro – dijo Glacier
con sarcasmo. Entonces cerró los ojos y sus poderes mentales fueron
directamente al núcleo del pensamiento de Glova, pero algo le impedía penetrar
en su cabeza. No tuvo más remedio que volver a abrir los ojos – Esto no tiene
sentido, no puedo entrar.
– Ya te he dicho que puedes
ahorrártelo. Y ahora veamos de qué pasta está hecho un demonio del frío de
categoría – le sonrió.
El Ki de Glova aumentó en un
instante y el aura que le rodeaba creó ráfagas intensas de viento. Se puso en
guardia y retó a su amigo con un ademán.
De su espalda emergieron varias
luces con forma esférica que se abrieron situándose tras de sí, como el plumaje
de un pavo real.
Glacier suspiró y se estiró el
cuello. Sabía que aquella pelea sería dura.
– Empezamos fuerte ¿Eh? – dijo al
contemplar en acción la técnica de la energía corpórea.
Glova fue el primero en atacar.
El suelo bajo sus pies se resquebrajó y la estela de su aura siguió su cuerpo
impulsado como una sombra hasta la posición de Glacier, que estaba aún cruzado
de brazos.
Aun así, el praio, con una
velocidad impactante, abrió sus piernas y se posicionó con las manos a la
altura de su cabeza.
– ¡Pam! – el puño de Glova
resonó como una bomba al impactar con potencia en la palma abierta de su rival.
El aura dorada de Glova le rodeaba y fluía con un suave ruido parecido al
fragor del viento rozando entre las grietas de la tierra.
Seguidamente una patada de
Glacier casi abatió a su objetivo, pero éste se agachó rápidamente.
Acostumbrado a la desventaja del alcance de los movimientos de su rival, el
saiyan abría distancias cada vez que uno de sus ataques finalizaba.
Por su parte, Glacier continuó la
acometida y lanzó varios directos más, acorralando a su adversario. Entonces
Glova fintó bajo sus desplazamientos para acertar con un gancho de derecha en
el mentón del praio, quien cayó al suelo con brusquedad y se reincorporó
alzándose con su gran cola apoyada en el terreno.
– No se está cortando un pelo –
pensó el praio – Veamos hasta dónde puede llegar.
Una bola de energía fue directa a
su nuca destre atrás, pero la cola de Glacier salió disparada hacia arriba y la
cortó tajantemente en su recorrido. Las dos mitades del ataque sobrepasaron la
cabeza de su objetivo, cada una por un lado.
– ¡Jajaja! – reía Glova sin otro
motivo aparente que la emoción del combate mientras cargaba de nuevo, rodeado
de sus esferas de energía.
En la otra punta del planeta, Bojack
cayó al suelo, provocando un gran cráter a su espalda. El Masenko a bocajarro
de Gohan le había dejado una gran quemazón en el pecho. El tirano se miró la
herida y se levantó furioso, pero con media sonrisa.
– Si quieres las bolas de dragón,
tendrás que ser más convincente, chaval – bromeó.
– Muy bien – dijo Gohan, serio y
calmado.
Su mirada se concentró y pareció
llena de ira. En un segundo, su aura comenzó a fluir con mayor intensidad y
comenzaron a chispear espasmos eléctricos a su alrededor. Su cabello ahora se
antojaba algo más erizado, pero no era aquello lo que sorprendió a su enemigo.
– Oh... – le dio tiempo a
balbucear antes de que un Kamehameha de gran potencia le atropellara,
provocando una gran explosión que engulló una amplia zona.
– Suficiente – murmuró Gohan.
Entonces vaciló. Debía ocuparse de la última bola de dragón, pero se paró y
miró de nuevo en la dirección donde su Kamehameha había tenido colisión.
Entre el humo y el polvo
levantados, una barrera tan verde como la esmeralda se extinguía para dejar ver
en su interior a su creador. Bojack, ahora de un color verde más chillón y con
un peculiar pelaje rojizo.
– Eres realmente impresionante,
mocoso – le habló el gigante de nuevo – ¿Qué edad tienes? Debes de ser todo un
prodigio.
El mestizo no contestó, se limitó
a escrutar el nuevo aspecto de su rival. Ahora irradiaba un aura glauca que se
hacía notar. Gohan sabía que su fuerza había aumentado considerablemente.
Shu se reincorporaba. La
explosión había mandado al trío de ladrones bien lejos, pero no estaban muy
alejados entre sí.
– Debemos salir de aquí – dijo
Pilaf mientras pulsaba el botón de una cápsula. Cuando la soltó, el mismo avión
viejo donde habían viajado apareció – ¡Todos a bordo! – apremió el líder.
Los tres se montaron y arrancaron
motores.
– ¡Salgamos de aquí ya! – ordenó
Mai – ¡La pelea se está poniendo fea!
Gohan y Bojack comenzaron a
intercambiar potentes golpetazos. El gigante acertó una patada en plena cara de
su oponente, pero este último se reincorporó rápidamente y le devolvió un par
de puñetazos que le empujaron directo al suelo, rompiéndolo por la dura caída.
– No puedo fallar a mis amigos –
pensó el mestizo, recordando la bola de dragón.
Fue entonces cuando escuchó el
ruidoso motor del avión, que ya planeaba en dirección opuesta.
– Debo detenerlos – despegó con
impulso, pero algo colisionó contra él. Era Bojack, que había cogido velocidad
para placarle con todo su cuerpo en pleno vuelo.
Los dos cayeron al suelo,
levantando tierra y piedra bajo sus cuerpos.
Bojack estaba encima de Gohan y
comenzó a lanzar poderosos golpes en el cuerpo de su oponente mientras sonreía
con saña.
El mestizo trataba de cubrirse y
alzaba sus brazos para parar los embates del enemigo. Intentaba mover sus
piernas, pero el cuerpo de Bojack estaba sentado encima y limitaba sus
movimientos.
Un golpe en la mandíbula dio de
lleno, así que optó por librarse de aquella posición cuanto antes.
Alzó las manos a la altura de sus
ojos – ¡Taioken! – gritó cuando de sus manos emergió una luz suficientemente
poderosa como para cegar a su victimario.
– ¡Ahrg! – gritó el
gigante verde al perder la visión, llevándose las manos a los ojos – ¿¡Qué...!?
– ¡Masenko! – escuchó antes de
sentir la gran explosión en su pecho ya herido.
– ¡Boom! – el cuerpo de
Bojack salió volando como un trapo y cayó al suelo con pesadez.
– Debo ir tras ellos – se
convencía Gohan, quien despegó de nuevo, aprovechando la situación a su favor.
Pero en el cielo contempló una
pequeña explosión, justo en la dirección donde se escapaban con la bola de
dragón. Cuando llegó volando a aquella área, Krillin le sonreía con la
brillante esfera naranja en la mano. Por debajo de ellos, en tierra, se
encontraban los tres ladrones, chamuscados y heridos junto a lo que quedaba de
su avión, probablemente quejándose entre ellos.
– ¡Krillin! – se alegró su amigo
– Menos mal que has venido. Ese tipo es muy fuerte y no podía encargarme de
atrapar a estos tres sin ayuda.
– No es nada, ahora llevaré esto
a... – su sonrisa se esfumó – ¡Cuidado!
Gohan se dio la vuelta y se
encontró con el puño de Bojack que le golpeaba en el pecho. No pudo evitar
escupir saliva y salir disparado, atropellando a Krillin en su trayecto.
Los dos cayeron al suelo por una
zona arbórea. El primero en levantarse fue el terrícola.
– Vamos, Gohan – le animó con
nerviosismo apoyándole para levantarse – No puedo ayudarte a pelear contra este
tipo, pero tampoco puedo dejarte aquí solo si sé que morirás en sus manos.
– Vete, Krillin – soltó el
mestizo mientras tomaba aire – Te matarán si te quedas. Yo no pienso morir.
– Es suficiente – sonrió Krillin,
contemplando con fascinación el segundo nivel del super saiyan.
Gohan miró hacia delante. Bojack
acababa de dar una sacudida en el aire y tumbó todos los árboles que lo
separaban de su oponente.
– Cuando vuelva al ataque,
regresa con mi padre a toda velocidad – ordenó muy seriamente el mestizo a su
amigo.
Krillin asintió y se preparó
mientras su puño derecho apretaba con miedo la bola de dragón.
Hacía unos minutos, Shin y los
demás acababan de cruzar el portal para llegar a un desconocido lugar de La
Tierra. Aquello era un enorme valle cubierto por una gruesa capa de nieve. A lo
lejos podían divisarse altas montañas cubiertas por nubarrones, pero en el
horizonte el sol amanecía con esplendor y llenaba aquel lugar de luz.
Dabra les esperaba cruzado de
brazos mientras les sonreía con confianza, pero su expresión cambió al ver
atravesando tantas personas aquella puerta mágica.
– ¿No os habéis dividido? – les preguntó
el demonio, ahora algo más serio.
– Así es – le respondió Shin –
Pero de forma proporcional.
– ¿Qué está diciendo? – pensó
para sí – El tipo de pelo rubio poseía un gran potencial. Y a ellos les
falta... el demonio del frío – se percató él.
El grupo de cinco se colocó en
semicírculo, separados los unos de los otros por unas distancias similares. En
el extremo izquierdo del Dakka se encontraba Piccolo, seguido de Cargot, Shin,
que le encaraba de frente; Kibito y, en su extremo derecho, Akkaia.
– Cinco contra uno ¿Eh? – se mofó
Dabra – Y aun así sin posibilidades.
– Recordad que no podéis dejaros
alcanzar por su saliva – habló Shin mentalmente a sus aliados – Os convertiría
en piedra.
El kaioshin alzó la guardia y los
demás le imitaron. Akkaia estaba especialmente nerviosa; no podía dejar de
pensar en el terror que padeció cuando Hazam, el padre de su actual
contrincante, la sentenció a una pena peor que la muerte: la petrificación
¿Sería este tipo tan poderoso como su antecesor?
Dabra abrió sus manos a cada lado
e hizo aparecer un par de sables que relucían reflejando el blanco de la nieve.
– ¡Ahora! – exclamó Shin.
Entonces los cinco se movieron.
Piccolo lanzó una gran bola de energía que Dabra esquivó saltando hacia su
izquierda. Kibito comenzó a disparar una numerosa cantidad de rayos rojos por
sus manos que apuntaban con precisión al Dakka, pero éste aspiró hondo y
escupió una rápida ráfaga de fuego que desintegró la andanada hasta llegar a
Kibito, quien se teletransportó con terror antes de ser alcanzado por aquellas
llamas infernales.
Justo en aquel momento,
aprovechando la distracción, Cargot se dispuso a golpear al enemigo por la
espalda, pero el Dakka se dio la vuelta con rapidez y señaló sonriendo con su
espada al namekiano, quien tuvo que frenar en seco para no hundirse el sable en
el pecho. En ese instante se percató de que era un blanco fácil para un ataque
directo, y Dabra era consciente de ello.
El demonio alzó su otra espada
con rapidez y cortó el aire hasta detenerse a pocos centímetros del cuello de
Cargot.
El namekiano, sorprendido por su
velocidad y confuso por tener aún la cabeza sobre sus hombros, miró a Shin,
quien apuntaba con ambas manos temblorosas al enemigo. Dabra estaba siendo
inmovilizado, pero el dios no parecía poder aguantar mucho.
Así, Akkaia llegó hasta el
demonio y golpeó con dureza su abdomen y sucesivamente lanzó una patada
circular en pleno rostro.
Dabra cayó en la nieve, ahora con
movilidad, pero había soltado las espadas tras el último embate. Cuando se
estaba incorporando, decenas de bolas de energía flotaban a su alrededor.
– ¿Qué? – murmuró hablando solo.
Desde la distancia Piccolo cruzó
sus manos en un brusco gesto y movilizó todo aquel arsenal de ki, bombardeando
con atino al demonio y provocando una fuerte explosión. Una ola circular de
nieve inundó los alrededores y una densa nube de vapor de agua impidieron ver
el resultado del ataque.
Entretanto, el scouter de Purple
había registrado en menos de un minuto tres poderosos focos de energía.
– Pero ¿qué ocurre aquí? – se
paró en seco comprobando el mapa planetario que su localizador podía ofrecerle
– Esto es de locos ¿Cómo van a haber tantas energías y tan poderosas en este
mismo planeta enfrentadas entre sí? – se preguntó pensativo – En cualquier caso,
solo puede significar una cosa – sonrió – Babidí sigue aquí.
– Localizo cuatro fuentes de
poder – le comunicó Oriam desde su nave.
– Mi scouter también las ha
detectado. Aun así, me dirigiré al primer punto donde rastreamos aquel poderoso
Ki – le aclaró el ser violáceo – Avísame de cualquier cambio.
– Así lo haré.
Decenas de esferas de energía
iban y venían por todas partes. Glova había creado un área de combate con un
centenar de obstáculos de Ki explosivos que se movían de aquí para allá sin
tocarse entre ellas.
Tanto Glova como Glacier tenían
magulladuras poco severas por la cara y los brazos, pero seguían en pie y sin
demasiado cansancio.
– Un magnífico juego de luces –
dijo el saiyan – Khän se asombró cuando contempló mi destreza controlando el arte
de la energía corpórea. Lo cierto es que estoy muy orgulloso de lo que he
logrado por mi cuenta.
– ¿Un campo de petardos? – se
burló Glacier.
– Ya sé que eres difícil de
sorprender – respondió Glova muy serio – Pero te enseñaré que mi poder supera
por mucho al de aquel insecto que te dio problemas.
Las bolas de Ki aumentaron
increíblemente su velocidad, parecían un enjambre de luciérnagas
revolucionadas. Entonces el saiyan fue directo a su adversario, pasando en
línea recta por donde las esferas de energía dejaban espacios suficientes para
no rozarlo.
Glacier le recibió en guardia,
pero numerosas bolas de Ki intentaban acertarle constantemente. Los golpes de
Glova eran bloqueados una y otra vez, pero el praio no tenía muchas opciones:
la situación era bastante agobiante.
Tras un excelente esquive,
Glacier consiguió propinar un puñetazo a su rival y hacerle retroceder. A
continuación, sufrió en la espalda la potente explosión de una de aquellas
tormentosas esferas y le empujó hacia delante. Otra bola estalló en su pecho, y
seguido otra por su lateral.
– ¡Yiaahh! – del cuerpo de
Glacier surgió una onda expansiva que hizo estallar una gran cantidad de
aquellas fastidiosas luces a su alrededor. El campo ahora estaba mucho más
libre.
– Tienen potencia – admitió
palpando la magulladura en su pecho – Debería haber hecho esto desde el
principio.
– No todo el mundo piensa tan
rápido – Glova se levantó del suelo. La expansión explosiva le había derribado.
Entonces las esferas que quedaban
por el aire tomaron forma y se volvieron planas, formando decenas de pequeños
Kienzan que comenzaron a sobrevolar el terreno con aleatoriedad.
Glacier respiró hondo y se
concentró en los movimientos de su oponente. Y en aquel instante Glova atacó,
pero el praio fue veloz y atizó con su codo derecho el mentón de su atacante.
Sin embargo, este último aprovechó la embestida para propinar una patada en la
sien de su rival.
Los golpazos se volvieron cada
vez más usuales en la batalla y las pequeñas magulladuras fueron tornándose
graves y sangrantes.
Entre aquel intercambio de golpes,
la cola de Glacier amagó para agarrar una de las piernas de Glova, pero el
super saiyan parecía estar ganando ventaja y su velocidad era sorprendentemente
explosiva. Apareció por detrás del praio y cayó clavando su rodilla en el
centro de su espalda.
El rodillazo le hizo caer al
suelo, dolorido.
– Tiene razón – pensó Glacier –
Su poder es diferente al que pude imaginar.
– ¿Ya te rindes? – aterrizó Glova
de brazos cruzados, lleno de heridas, pero con una sonrisa burlona en el rostro
– Qué va – se contestó a sí mismo – Sé que tienes algunos trucos bajo la manga.
– Admito que me equivoqué
contigo, Glova – le dijo el praio – Has llegado a un nivel excepcional. Es algo
que valoro en razas jóvenes como la tuya.
– Deja tus opiniones clasistas
para otros – se quejó el super saiyan – Yo soy único en mi especie, he superado
a cualquiera de entre los míos.
– En eso te equivocas – le
reprochó Glacier – Tu poder no se diferencia demasiado del que demostró Gohan
en los Juegos de Cell ¿Crees que ellos no han mejorado? Fíjate – apuntó a una
dirección – Noto la energía de Gohan por allí y se enfrenta a otro súbdito de
Babidí con un gran potencial. Sé que lo has captado.
– ¿Y qué? – ahora Glova estaba
serio, escuchando a su compañero.
– Y por allá – señaló en otra dirección
– se encuentran peleando Goku y Vegeta. Sus Kis son asombrosos, estoy seguro de
que no eres tan especial como pretendes aparentar.
– ¿Eso crees? – se burló el super
saiyan – Pues espero que puedas verme pelear desde el Más Allá, porque cuando
termine con tu vida acabaré con las de todos ellos, una a una.
– No has llegado a ser lo que
eres por tu poder, sino por lo que escondes en tu interior, por cómo ha
resultado tu pasado y cómo has sobrevivido a él.
– Cállate, deja de coger aliento.
Sé que te estoy acorralando.
– Debía intentarlo – susurró
Glacier con ironía – No es bueno acorralarme, chaval. Y aunque el brujo haya
bloqueado tu mente para no dejarme entrar, no resistirá mi técnica.
Entonces sus característicos ojos
rojos, propios de los demonios del frío, se tornaron negros, invadiendo de profundidad
toda su mirada.
– Veremos si puedes con esto.
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