Capítulo 8 –
Directo al infierno
– En
un minuto entraremos en la órbita de Gelarpa.
– ¡Por
fin! – exclamó Glova recién despertado. Dio un salto desde su cama y se estiró
todo lo que le era posible – Desactiva los propulsores de emergencia.
– ¡Plum!
– tronó en la parte trasera de la nave, provocando una sacudida.
–
Error. Impulsores inutilizados. El exceso de su uso los ha sobrecalentado y han
estallado.
–
Vaya... Bueno, supongo que Cliv me espera en Gelarpa. Espero que pueda
arreglarlo.
La nave
del saiyan avanzaba ahora lenta, pero se acercaba al planeta. Cientos de
astronaves iban y venían en fila al planeta. Glova no tardó en ponerse en cola
y mientras llegaba se vistió con su uniforme y con su toga oscura.
– Ficha
de identificación admitida. Bienvenido, señor G.
Cuando
llegó al planeta le cachearon como era costumbre y norma. Nuevas máquinas
escanearon su vehículo y cuando Glova se apeó, un guardia le pidió la ficha de
identificación. Todo estaba en orden.
Salió
del puerto espacial y cuando se disponía a bajar los pocos peldaños hasta la
calle, una persona se dirigió a él.
– El
señor Cliv le está esperando. Si me acompaña,
le guiaré – era un alienígena verde uniformado con un traje extraño que deducía
Glova sería formal.
Le
siguió sin mediar palabra. Tras caminar durante unos minutos llegaron a un
portal lujoso en el que entraron. Se montaron en un ascensor de un material
extraño pero pulido y cuando subieron a la planta 201, la última, el guía habló
de nuevo – Pase – seguido, el ascensor abrió sus puertas y el saiyan se adentró
en una habitación amueblada pomposamente.
En
medio de la sala había un sillón grande, donde estaba sentado Cliv. Sus brazos descansaban en una mesa negra que soportaba
varios papeles y un bonito jarrón con flores rojas.
–
Bienvenido a mi humilde morada.
–
Humilde... ya... – se burló Glova.
– Lo sé
¿Fastuosa mejor?
– Te
doy las gracias por los favores que me brindaste en su momento. Ahora saldaré
mi deuda. Dime qué tengo que hacer. Ponme al día.
– Eso
es – sonrió Cliv – Directo al grano. Pero
dejemos las formalidades, ya hay confianza mutua.
Cogió y
ordenó los papeles que tenía en la mesa. Acto seguido se los ofreció a Glova.
– Ahí
se encuentran cada uno de los puntos a cumplir. Primero liberarás a un grupo de
soldados de su cautiverio. Están en un lugar desconocido para ti, pero te
guiaremos hasta él. El motivo por el cual te necesito es porque el sitio está
custodiado por un mago poderoso que no ha dudado en aniquilar a todos los
guerreros que envié, por muy fuertes que fueran.
– Nunca
me he enfrentado a un mago. Quizás sea divertido – respondió Glova sin sonreír.
– No lo
subestimes. Si fracasas, tu planeta caerá.
– Sí,
sí. Lo sé – respondió él con confianza – Pero... ¿por qué es ese grupo de
soldados tan importante?
– Las
respuestas a tus preguntas no forman parte del trato. También exijo que te
comprometas a hacerme un favor en compensación por la ayuda que te brindé sin
que estuviera en el contrato. Ese favor no está especificado, pero me gustaría
contar con tu palabra si algo en la misión falla o no cuadra en mis planes; de
que me ayudarás con las complicaciones.
– Eso
sigue siendo subjetivo.
– Lo
sé. Pero creo que me lo debes.
– Está
bien – admitió – ¿Cuándo partimos a ese desconocido lugar?
–
Mañana mismo. Hoy te invito a hospedarte aquí. Estarás cómodo.
– Está
bien. ¿Hay algo para comer? – preguntó el saiyan mientras su cola se movía
alegremente.
Aventuras,
era lo que Glova había deseado desde que era un crío. Nunca había tenido
oportunidades como esta. Sentía preocupación por sus tutores, pero en el fondo
no le apetecía regresar a Glasq.
A la
mañana del día siguiente, Glova fue escoltado por varios soldados a una nave
donde Cliv le esperaba.
– Vamos
a un planeta alejado de este sistema galáctico – su piel roja brillaba
impoluta.
–
¿Cuánto durará el viaje? – preguntó Glova, sorprendido.
– Lo
que tardemos en llegar a una base que tengo en este planeta.
–
¿Estás de broma?
– No.
Si te fijas, no hay ventanas. No sabrás cómo llegar hasta ella, y menos cómo
llegar al planeta. Tengo a mi disposición unos portales de teletransporte.
Tecnología única.
–
¿Estás hablando en serio? – le costaba creer a Glova.
– Y
tanto que hablo en serio. Pero su coste aún limita el uso que le puedo dar.
–
¿Quién más dispone de esta tecnología?
– Nadie
que yo conozca – Cliv sonreía. Presumir era uno
de sus mayores placeres.
Cuando
aterrizaron y se apearon, Glova comprobó que estaban dentro de una fortaleza
metalizada. Todo su alrededor era tecnología punta.
Cuando
pasaron por varias puertas con escáneres corporales, su vista no pudo evitar
plasmarse en un enorme arco metalizado que decoraba la gran sala donde acababan
de entrar. En el interior del arco había una película de algo que parecía agua
opaca; como si una araña hubiera tejido una membrana abstracta, cercando su
interior. Un sonido vibrante y relajante era desprendido por dos generadores
que conectaban con aquella obra maestra mediante dos gruesos cables negros.
–
¡Vaya! – exclamó Glova – ¿Esto es el teletransportador?
– Así
es – contestó Cliv.
Un
soldado dio un comunicador a Glova, quien se lo acopló a la oreja derecha.
– Si
necesitas algún tipo de ayuda, te escucharemos – le decía Cliv mientras
llegaban andando hasta situarse enfrente del portal – Aunque no sé en qué
podríamos serte de ayuda. Tenemos todo tipo de granadas, pero son ineficaces
contra el mago.
– ¿Sólo
tengo que cruzar el arco de aquí?
– Un
general te explicará con detalle qué debes hacer. Suerte, señor G.
– Pues
allá vamos – se dijo a sí mismo.
Glova
traspasó la membrana del portal y pisó tierra árida. El paisaje era sombrío. La
arena y el suelo rojo combinaban con un cielo beige cobrizo.
Aún había
allí varios coches del ejército y soldados trasladando diversas cajas. Uno de
ellos, que portaba un casco que cubría toda su cabeza, miraba a Glova
fijamente.
– ¿Es
usted el señor G.?
– Así
es.
–
Acompáñeme.
Se
montaron en uno de aquellos vehículos y volaron hasta una zona más alejada.
– Nadie
ha visto nunca al mago. Nos hace oír voces. Desintegra sin saber de dónde
proceden los rayos de energía y es suficientemente rápido para apenas ser
detectado por los scouters cuando desvela algo de energía. Hay quien dice que
es grande y fuerte si te topas con él cuerpo a cuerpo.
– Vaya,
y ¿dónde se esconde?
– En
una cueva. Aquella – dijo señalando una gran caverna que sobresalía del terreno
rocoso justo en la dirección hacia donde estaban yendo. El viento levantaba
finos velos de arena – Tu trabajo es matar al mago y ayudar a trasladar al
transporte que te enviemos a todos los cautivos del monstruo.
– ¿Qué
monstruo? ¿No es un mago?
– Hay
quien dice que es ambas cosas. Como ya dije, nadie le ha visto, que siga vivo,
al menos.
Cuando
llegaron, Glova salió del coche de un salto y le hizo un gesto con la mano al
general como despedida.
– Estoy
dentro – susurró al comunicador cuando se aproximó a la oscuridad de la cueva.
No
notaba nada, y tampoco veía. Así que creó una bola de energía azulada y la
elevó hasta la cúpula de la cueva. La luz reveló la inmensidad del interior y
Glova pudo contemplar a los prisioneros. Ninguno tenía ropas propias del
ejército del emperador, tampoco armaduras como los soldados de Cliv.
Eran
figuras humanoides en su mayoría, pero todas estaban petrificadas.
– ¿Qué
diantres... – susurró Globa – Los ha convertido en piedra...
– Cliv me envía a otro de sus cachorros, ¿eh? – escuchó
Glova. Pero sabía diferenciar que, a pesar del eco que la voz producía, se
trataba de una comunicación telepática.
– No –
contestó el saiyan – Yo soy quien te va a sacar de esta cueva.
– Tu
corazón late con la fuerza del miedo, pero no con el temor de los demás
hombres.
– No
soy un cualquiera.
– ¡Já!
– seguido, un rayo de energía traspasó la sala directo hacia Glova, pero este
último se cubrió con el escudo y, como siempre, el ataque fue dispersado.
– Qué
decepción – soltó Glova – Creía que me pondrías a prueba con magia. Esto es un
ataque de Ki muy corriente.
Decenas
de disparos siguieron cayendo desde todas direcciones, pero Glova los esquivó,
paró o desvió todos sin excepción. Aun así, no lograba ver a su agresor y le
costaba sentir su energía.
De
repente, notó en la espalda un golpe seco proveniente de un gran puño.
Aquello
le empujó un par de pasos, pero en menos de un segundo, desde la espalda de
Glova salió disparada una ráfaga de energía que colisionó con un cuerpo físico
invisible.
–
Tocado – rio el saiyan – No sabía que eras tan fuerte. Ese golpe ha dolido.
Tras un
gruñido, Glova alzó la mano y ésta vibró al parar otro golpe invisible. El
saiyan dio un paso rápidamente pateó directo hacia delante. Algo rebotó contra
la pared que tenía enfrente y el joven sonrió.
– ¿Y tú
has petrificado a toda esta gente? ¿Cómo lo has hecho? Muéstrame tu verdadero
poder.
Unos
grandes brazos atenazaron a Glova. Su rival era muy fuerte. Al saiyan le
costaba moverse bajo aquel agarre, pero creía que su propia fuerza le liberaría
aun estando en una posición desventajosa. Se equivocaba.
Aun
así, aquella atadura era insuficiente para partirle los huesos, pero la
aflicción hizo que Glova actuara rápido.
Desde
su rostro, una onda de Ki salió disparada, chocando con un cuerpo invisible. De
la explosión brotó un gruñido de dolor. Entonces Glova pegó un rodillazo en un
lugar cercano, que provocó otro quejido por parte de su rival. El saiyan abrió
los brazos, deshaciendo el abrazo que le limitaba y pegó un puñetazo de gran
potencia para asegurar una contusión vital, pero la diferencia de poder era más
alta de la que esperaba y el golpe se tornó punzante. Notó cómo su puño penetró
en el cuerpo de su oponente y vio sangre emerger de un cuerpo invisible.
Glova
se paralizó, no se esperaba tan poca resistencia y sintió a su contrincante
alejarse de él mientras tosía y dejaba un rastro de sangre llamativa en el
suelo. Se fijó en su mano enguantada, teñida del líquido rosa que formaba parte
de su combatiente y rozó sus dedos entre sí, palpando su viscosidad.
–
Vaya... – susurró Glova, algo decepcionado – Parece que hemos acabado.
Algo se
desplomó en el suelo a varios metros de él y empezó a emanar visibilidad. Ahora
Glova veía el cuerpo de un robusto ser humanoide de rostro alargado. Su piel
era verdosa y los grandes músculos de sus brazos cubrían la herida del estómago
por la que fluía un escurrimiento de sangre.
– Ya no
se mueve – susurró Glova – está muerto.
Ignoró
el cadáver y se dirigió hacia los petrificados – A pesar de la muerte del
mago... no desaparece el hechizo que les hacía prisioneros – murmuró – Quizás
no está muerto a pesar de que ya no siento su energía – pensó acercándose de
nuevo al cuerpo inmóvil para tomarle las pulsaciones.
– No es
eso. Este tío está muerto.
Entonces
fue de nuevo hasta los petrificados y los fue contemplando uno a uno. Viendo
sus rostros serios, asustados y enfadados. Las miradas de la mayoría eran
hostiles y con cierto aire de malignidad y de terror, si es que eso puede
observarse en la mirada de una persona de piedra.
– Dan
repelús – dijo para sí el saiyan, pasando por al lado de una figura rota en el
suelo – Lo siento por este.
Entonces
oyó barullo en el exterior y salió de la caverna para ver de qué se trataba.
Muchos vehículos militares se paraban delante de él y decenas de soldados se
apeaban, subiendo por la leve escalonada para llegar a la cueva.
– ¿Está
despejado? – le preguntó el mismo general que le guio antes.
– Como
ya he dicho, el mago está muerto, pero el hechizo que mantiene a los
prisioneros petrificados no ha desaparecido.
Cuando
dijo esto, una mujer de tez blanca como el hueso pasó por su lado, acompañada
por varios soldados.
Sus
ojos eran rojos y su nariz fina. Carecía de cabellera y sus orejas tenían forma
circular, parecidas a las de Freezer y Cold en sus formas originales.
Llevaba una túnica oscura, conjuntada con los colores de los tribales que
decoraban su rostro. Sus miradas conectaron en un instante y Glova sintió cierto
miedo. Su corazón dejó de latir, como si hubiera visto a la misma muerte
atravesando su mente.
– Está
muerto, general – se escuchó por el comunicador.
–
¿Quién es ella? – preguntó Glova al general.
– No es
de su incumbencia, señor. Ahora, acompáñeme. El señor Cliv está
esperándole.
Tras
una pausa y un mirar atrás, hacia la cueva donde se había adentrado aquel ser,
Glova acompañó al general.
Montó
de nuevo en un vehículo y le trasladaron hasta el arco de teletransporte. Lo
cruzó con decisión y volvió a la base metálica.
Allí
estaba Cliv, sentado y comiendo en una mesa
flotante. Una segunda silla esperaba a Glova. Se sentó en ella y Cliv, que hasta ese momento masticaba, habló.
– Por
lo que veo, eres eficiente – dijo, señalando con la mirada el guante
ensangrentado de Glova.
– Ya lo
has comprobado – sonrió Glova – ¿He saldado mi deuda?
– No
logro comprender por qué los prisioneros no vuelven a la normalidad, señor G. –
continuó Cliv, bebiendo de su copa – Y me gustaría
que te quedaras una noche aquí para que mis investigadores descubran el origen
de esta magia.
– No
sabía que entre los tuyos también hubiese hechiceros.
– Una
deducción muy correcta por su parte, pero obvia también – aclaró Cliv mientras se limpiaba pulcramente los labios con un paño
– Gracias a mi influencia, hay bajo mi mando todo tipo de colaboradores. ¿Cómo
sabes que un hechicero está a cargo de esto?
– He
visto a tu hechicera entrar en aquel sitio, Cliv.
Tengo ojos. Con esas pintas no hay duda de que no es una ciudadana corriente ni
una soldado de élite.
– Oh.
Entonces ya has conocido a Crewinch.
– ¿Ese
ser de rostro frío?
– Buena
descripción.
– Tan
sólo cruzamos miradas y ya supe que se trataba de una hechicera.
–
Tienes un don, señor G; o quizás sólo sea experiencia. ¿Qué me dice? Necesito
que complete el trato.
– De
acuerdo, me quedaré hasta que investigue, pero prométame que seguirá con las
defensas en Glasq.
– Le
doy mi palabra – sentenció asintiendo con la cabeza – Mis guardias te mostrarán
el camino hasta tu habitación aquí, en esta base. El almuerzo pronto será
servido.
Tras
comer, Glova sintió su cuerpo pesado y sus párpados de plomo. Se desvistió y
fue directo a la cómoda cama que le esperaba en su dormitorio. Necesitaba
descansar profundamente.
– ¿Qué
podría detener un corazón decidido y la voluntad firme de mi persona? – se
escuchaba a gritos la misma voz que interrumpía a veces sus sueños, entre ecos
y relámpagos.
– El
espíritu de un corazón cultivado – oyó desde la lluvia otro individuo cuyo tono
resultaba cercano – Recuerda, estamos ligados por vínculos tenues a la
prosperidad o a la ruina.
– Si
posees tú ese corazón de fuego... adelante. Derrite mi perseverancia con él –
desafió.
– No
comprendiste las reglas que forman el mundo, no te comprendiste a ti mismo.
– Ah… -
suspiró como desesperado y enfadado – Pues yo no permitiré obstáculos que
irrumpan mi maestría. Así que... adiós, maestro.
Un
fugaz resplandor y todo se tornó oscuro.
Glova
abrió los ojos. La ventana circular de la habitación donde dormía dejaba ver un
paisaje precioso: un yermo lleno de árboles y riachuelos que reflejaban con su
humedad el ambiente lluvioso del exterior. Una tormenta asolaba los cielos.
Se
incorporó; estaba sudando. Se levantó y miró el reloj de la pared. Aún quedaban
un par de horas para el amanecer, lo que significaba que había dormido desde el
mediodía. Entones cerró los
ojos y se concentró.
Khän
apareció así delante de él, mirándole como siempre hacía.
–
Parece que has hecho un nuevo amigo.
– No
confío en Cliv.
– No
deberías
–
Maestro, me gustaría aprender a dividir mi mente para explorar la técnica que
dejé a medias de mi aprendizaje.
– El
Halio Kian.
– Así
es.
– Te
dijo hace tiempo que él no podía ayudarte, que debes hacerlo por ti mismo. Ni
si quiera sabe si puedes lograrlo.
– Ya,
pero no tengo ni idea de cómo hacerlo.
–
Descúbrelo. Medita y descúbrelo. Es algo que desconoce.
– Está
bien, maestro. Me esforzaré.
En ese
momento, Khän señaló hacia un lado con la mano.
Glova
miró hacia aquella dirección y entre la blanca nada había un pequeño ser negro,
cabezón y de ojos minúsculos. Su boca era desproporcionadamente grande y les
sonreía.
– ¿Qué
es eso? – preguntó extrañado el saiyan.
– Es un
intruso, pero no le conoce.
– ¿Un
intruso? – se acercó a él.
El
animal mostró sus dientes y le gruñó. Su cuerpo a cuatro patas era demasiado
pequeño como para no sentir su aspecto ridículo.
– ¿Qué
diablos eres? – se agachó.
En un
instante, el monstruito abrió su gran boca y vomitó con repugnancia otro bicho
igual a él.
Glova,
asqueado, se incorporó. Pero sintió náuseas y cayó al suelo.
Desde
la posición de loto, Glova se echó a un lado para vomitar – Joder... – masculló
entre escupitajos – ¿Qué mierda ha pasado?
Se
levantó y comprobó que el sol ya asomaba por la ventana. Fue a enjuagarse para
después vestirse y salir de su habitación.
Un
hombre le esperaba en la puerta.
– Cliv le está esperando para desayunar.
Glova
siguió al sirviente hasta el comedor, donde Cliv hacía
tiempo sentado y listo para escoger entre decenas de delicias servidas en la
mesa. El saiyan se sentó en la silla
que le asignaron y miró a Cliv a los ojos.
– ¿Y
bien?
–
Sírvete. Estás en tu casa.
– No
tiene muy buena pinta.
– Es
todo de calidad – se burló el noble.
– Hablo
de tu forma de no ir al grano. Hay algo más que tengo que hacer.
–
Bueno, aciertas – le contestó – Pero te equivocas si piensas que lo primero
para mí no es la educación.
– De
acuerdo – dijo Glova mientras cogía unos canapés y pasteles variados.
– Mi
hechicera ha localizado al responsable de la magia que mantiene petrificados a
mis soldados.
– ¿Debo
matarle?
– Así
es.
–
Bueno. Pues dime su nombre, llévame hasta él y termino el trabajo.
– Puedo
llevarte hasta él, pero ninguno de mis soldados va a acompañarte.
– ¿Le
temen?
– Temen
todo lo relacionado con la dimensión demoníaca.
–
¿Dimensión demoníaca?
– Sí. El
universo del mal, el mundo de los demonios, el Makai, como quiera que lo
llames. El nombre de tu objetivo es Hazam, ex–Rey de esta dimensión.
–
Vaya... parece alguien importante – mordió un pastel – Desconocía que existiera
un mundo así.
–
Siempre hay cosas que desconocemos – señaló a una puerta donde se encontraba
aquella hechicera de ojos rojos – Ella te guiará hasta allí.
–
¿Ella?
– Es de
confianza.
Glova
se levantó tras meterse en la boca todos los pastelillos que sostenía en la
mano – Bueno – masculló con la boca llena – ¿Y a qué esperamos?
Disculpad el retraso del capítulo... Era inevitable.
ResponderEliminar¡Directo al Makai! Si es que ya os lo decía el título… xD
Espero que os haya llamado la atención. Este arco que parecía tan lejano ahora nos suena a algún personaje cercano a la serie. ¿De qué irá todo este embrollo?
Me preocupe de que no haya capitulo D:
ResponderEliminarMuy interesante el episodio, Hazam es un nombre originario de Dabra en el Makai? Todo apunta a que es él.
Me resulta intrigante Crenqich, quiero ver como se desarrolla todo con ella.
En el siguiente capítulo veremos quién responde al nombre de Hazam. Todo apunta a que es Dabra, sí. Pero... ¿Y si no? =)
EliminarMuy buena historia estas formando aquí cada cuando subes capítulos para estar al pendiente por acá
ResponderEliminarSube todos los viernes a las 20 hs España
Eliminar¡Me alegra que te guste!
EliminarNahuel Huron ha contestado correctamente a tu pregunta. Aunque a veces, por diversos motivos, la hora del día puede cambiar =)