Capítulo 15 – Rey del despertar
La alarma sonó en una remota
cueva del planeta Glasq. Fue como el graznido de un ave tropical,
suficientemente fuerte como para despertar a los doctores en plena madrugada.
Una tormenta llena de nubarrones
mantenía un aguacero intenso, acompañado de rayos que adornaban los cielos y de
truenos que rompían la música del diluvio. Cuando llovía en aquellas zonas
desérticas lo hacía intensamente y en grandes cantidades.
Nasera llegó primero hasta la
máquina y su corazón le dio un vuelco cuando vio una luz en el interior del
tanque – Lachi ¿Qué es eso?
– Maldita sea, no lo sé – dijo el
doctor llegando con prisas hasta el ordenador – Oh, mierda.
– ¿Qué ocurre? – insistió Nasera.
Lachi se puso en pie y puso su
silla justo enfrente de Otsufur. Se subió en ella para llegar de puntillas a
asomarse por la única ventana que tenía la cápsula – ¡Mierda! – soltó de nuevo
al ver en su interior. Entonces saltó al suelo, alterado – ¡Activa el sedante!
– ¿Qué? – Nasera comprobó el
ordenador – Ya está activado.
– Pues actívalo de nuevo –
contestó abruptamente el doctor – ¡Ponle otra dosis!
– ¿Qué estás diciendo? – le
reprochó irritada Nasera – Le vas a matar.
– ¡Está despierto, Nasera!
La doctora arqueó las cejas y
miró la cápsula. Su vista no llegaba a vislumbrar el rostro de Glova, pero se
imaginó al saiyan clavando sus peligrosos ojos abiertos a los suyos y su mano
tembló al pulsar el botón que iniciaría la siguiente dosis de sedante.
Lachi seguía tecleando en el otro
ordenador cuando la alarma de Otsufur dejó de sonar. La luz blanca procedente
de dentro de la cápsula se disipó y los doctores aliviaron sus rostros.
– ¿Crees que se acordará? –
preguntó Nasera.
– Espero que no – respondió su
compañero – Se supone que esto no podía pasar. La dosis con la que le
mantenemos es más que suficiente.
– Qué susto…
– Ya ha pasado todo – concluyó
Lachi – Vuelve a dormir si puedes mientras compruebo todas sus constantes.
– ¿No sabes qué ha podido
causarle todo esto?
– Ni idea – respondió el doctor,
preocupado.
Un silencio tenso dominó el lugar
hasta que Nasera intervino - Mañana revisaré los escáneres de sus recuerdos
artificiales, algo no cuadra.
Aquella cueva era el lugar más
idóneo que habían encontrado para vivir.
Lo tuvieron muy claro desde la batalla
con aquel escuadrón: debían encontrar un sitio recóndito y escondido ya que, en
los próximos meses, tropas de soldados de Freezer llegarían para comprobar lo
sucedido y al no encontrar inconvenientes darían paso a la construcción de una
ciudad en el nuevo planeta para el emperador.
Así ocurrió. A las semanas, una
flota de naves espaciales aterrizó en el planeta y sus tripulantes
inspeccionaron durante meses las zonas, allanando el terreno más cercano a los
bosques tropicales para la construcción de una polis. Aunque encontraron las
naves del escuadrón de Palter, jamás hallaron sus cuerpos. Con todo, los
doctores consiguieron burlar los escáneres de rastreo gracias su eficaz
inhibidor y así consiguieron sobrevivir sin que ninguna persona civilizada llegara
a encontrarlos.
En el transcurso de los años,
Lachi se percataba de que uno de los componentes químicos naturales y
esenciales que requería el líquido corrosivo de Otsufur empezaba a escasear, y
no había encontrado sustituto alguno que valiese para su cometido.
– Puede que tres años más – decía
el doctor.
– ¿Y crees que será suficiente? –
dudaba Nasera.
– No lo sé con seguridad - Lachi
se ponía cómodo en la silla mientras encendía un flexo. El hogar de los
doctores era una caverna profunda y oscura que no albergaba más que
humedad y roca. Sin embargo, los científicos adaptaron bastante bien el lugar –
Ya hace tiempo que los números que nos aportan los escáneres no tienen valor.
– Bueno, tres años es mucho
tiempo. Conseguirá un poder suficiente.
– Tú tan optimista como siempre.
– ¿No puedes intentar serlo de
vez en cuando?
– Soy realista, me baso en hechos
palpables.
– Estamos hartos de intentar
comprender hechos que no podemos palpar – sonrió la doctora – Aquí no sirve
para nada una opinión basada en algo que no sea la experiencia.
– Tú ganas – dijo Lachi,
mostrando sus dientes en una pequeña mueca risueña – Pero vas a tener que
resumir sus recuerdos artificiales, porque no sé cuántos años más podremos
mantenerle.
– Vaya putada… - Nasera se
desplomó en la silla y miró fijamente el desnudo techo de roca que les
protegía.
“Probablemente se trataba de una
tormenta proveniente del norte, de las montañas cercanas como preludio del
invierno” – pensaba Khän, sentado en su trono.
– Ya no hay conexión – se dijo a
sí mismo en voz alta. Aun así, él no lo presentía como un preludio negativo.
Sus habilidades le aseguraban un pronóstico claro, pero de difícil
entendimiento. No tenía descendientes ni familia; no tenía rumbo, sino metas. Y
aun así vigilaba, siempre con un ojo puesto en los cielos.
– Venga, vámonos – dijo
apresuradamente Lachi – Tenemos solo unos minutos.
– ¿Qué ocurre? – preguntó Glova.
Su altura era ya superior a la de
sus tutores. Los Tsufurs eran de por sí una raza de menor estatura media que la
de los Saiyans. Con 19 años, Glova ya traía consigo un físico adulto, aunque
escuálido en estos momentos. Como por arte de magia, los últimos meses en el
planeta Vegeta fueron familiarmente dolorosos para Glova. Su estado físico
empezó a empeorar y, aunque no recordaba con claridad las otras veces que le
había pasado factura su extraña enfermedad, comprendía que el viaje a Glasq era
inevitable. Pero... ¿tan pronto?
– Creía que nos íbamos mañana –
dijo levantándose de la cama.
– No hay tiempo – respondió su
tutor – Freezer destruirá el planeta.
– ¿Qué? – al oírlo se le
descompuso la cara.
– Lo hemos oído gracias al
transmisor que acoplamos al Rey Vegeta – agarró a Glova del brazo – No
preguntes. No hay tiempo. Vámonos.
– ¿Y Dion y Cushdi? – Glova
caminaba con pesadez, pero con brío.
– Están ya montados – mientras
Lachi trotaba para llegar hasta la nave que inicialmente había sido preparada
para despegar al día siguiente, Glova se dio la vuelta y miró a su casa una vez
más, antes de seguir a paso ligero. Entonces se montó en aquella nave, algo que
no debería ser nuevo para él, pero que le resultaba extraño, lejano…
Nasera estaba en el asiento del
piloto, y Lachi se sentó en el del copiloto. En cuanto Glova miró a sus amigos
acomodados en butacas laterales del vehículo, no dudó en ocupar el sitio
restante, al lado de Dion, la hija de Lachi. Ésta agarraba la mano de Cushdi a
su derecha, a quien ya empezaba a formársele una curiosa barba que rodeaba la
sonrisa nerviosa que le dedicaba a Glova - Todo saldrá bien – le dijo a su
mejor amigo, un saiyan. Glova le respondió con otra sonrisa. Se abrochó el
cinturón y vio a su derecha la mano abierta de Dion. No dudó entonces en
apretarla con la suya.
Empezaron a despegar e
instantáneamente una voz resonó en los altavoces de la nave – Partida no
autorizada. Apaguen el motor o pasaremos al ataque.
Nasera activó el núcleo central
para elevar el despegue cuando la misma voz interrumpió de nuevo – Malditos
Tsufurs bastardos ¿Qué demonios creéis que estáis haciendo? ¡Os mataremos en un
instante como no paréis!
– ¿Has activado los escudos? –
preguntó Nasera a Lachi.
– Aún se están cargando.
– Mierda. Impúlsanos ya.
El corazón de Glova iba a mil por
hora y la situación no parecía mejorar.
– Voy a salir – dijo él – Yo les
entretendré.
– ¡Ni un movimiento, Glova! – le
interrumpió Lachi tajantemente – No estás en condiciones de pelear.
Glova tensó la mandíbula e
intentó pensar algún plan.
– ¡Impulsores activados! – gritó Nasera,
histérica – ¡Salgamos de aquí!
– Cinco segundos para el
generador de escudos – dijo Lachi en voz alta mientras tecleaba en un panel a
toda velocidad. Glova vio a través de la ventanilla cómo un grupo de soldados
los alcanzaban – Tres, dos, uno…
¡Boom! – Una explosión tiró el asiento de Glova al suelo de la nave.
Cuando el saiyan levantó la cabeza del duro metal, rompió el cinturón que le
retenía en la butaca chamuscada y contempló incorporándose lo sucedido. Un
boquete en la pared resaltaba ya tapado por unas compuertas de seguridad.
– ¡Mierda! – gruñó Lachi –
¿Estáis todos bien ahí detrás?
Glova estaba mareado y confuso
por la explosión. La voz de Nasera fue como clavarle un puñal en los oídos. Era
el eco del dolor – ¡Nooo! – Aquel desgarrador grito sacó a Glova de su ensimismamiento
y, en shock, miró a sus amigos boca abajo tirados en el suelo con cortes por
diversas partes visibles del rostro y amarrados a sus asientos rotos despegados
de la pared.
Nasera se levantó y cayó en frente de Cushdi, de cuya cabeza emanaba un pequeño hilo de sangre. Los gemidos de una madre maldiciendo por la muerte de su hijo se expandían por el corazón de Glova como la electricidad en un cuerpo de cobre.
Nasera se levantó y cayó en frente de Cushdi, de cuya cabeza emanaba un pequeño hilo de sangre. Los gemidos de una madre maldiciendo por la muerte de su hijo se expandían por el corazón de Glova como la electricidad en un cuerpo de cobre.
El joven saiyan fue a gatas hasta
Dion y levantó su rostro magullado del suelo. Una luz naranja repasaba girando
una y otra vez el interior de la nave, alarmando de los daños producidos en el
casco del vehículo.
Glova apartó el pelo rubio
blanquecino de la cara de su amiga y contempló unos ojos que fijaban la nada.
Una luz de belleza e inocencia se apagaba en ellos y un par de gotas cayeron en
sus mejillas sonrosadas. Fue entonces cuando se dio cuenta de que lloraba. Le
sostenía la mano como antes, con los dedos entrelazados. Pero ya no sentía
presión alguna, ya no sentía su gracia, ya no la sentía a ella – No siento su
energía – pronunció, demasiado confundido como para saber si lo habría dicho o
no.
Miró a Nasera de nuevo, que
abrazaba con fuerza la cabeza de su hijo asesinado.
Se volvió hacia la ventana. Estaban en el espacio y pudo contemplar una luz intensa proveniente de una cercana explosión planetaria. No notaba nada en absoluto, porque sus exhalaciones le llenaban el torso hasta sus profundidades. Sus sentidos no percibían apenas las extremidades. Notaba el bombeo de su sangre saiyana en el pecho, en los oídos, en las manos... No era sangre, era energía. Su Ki sustituía las pulsaciones. No, no era Ki, se percató de nuevo. Empezaba a comprender: era su conciencia, alguien le llamaba, pero no reconocía la voz - Despierta, Glova. Despierta y ven a mí.
Se volvió hacia la ventana. Estaban en el espacio y pudo contemplar una luz intensa proveniente de una cercana explosión planetaria. No notaba nada en absoluto, porque sus exhalaciones le llenaban el torso hasta sus profundidades. Sus sentidos no percibían apenas las extremidades. Notaba el bombeo de su sangre saiyana en el pecho, en los oídos, en las manos... No era sangre, era energía. Su Ki sustituía las pulsaciones. No, no era Ki, se percató de nuevo. Empezaba a comprender: era su conciencia, alguien le llamaba, pero no reconocía la voz - Despierta, Glova. Despierta y ven a mí.
Glova abrió con dolor sus ojos y
mantuvo la vista en la ventanilla de aquella cámara de agua. De fondo escuchaba
las voces de sus tutores, y eso le tranquilizaba.
Aun con todo, notaba su piel
arder en un líquido extraño. Y decidió
que no lo soportaba más. Sin ningún esfuerzo, Glova impulsó la superficie que
sostenía la única ventanilla de aquel tanque.
Para sorpresa de los doctores, la
puerta de Otsufur salió disparada hacia delante, estrellándose con fuerza en la
pared rocosa. Todo el líquido se derramó formando un enorme charco en el suelo.
Un olor suave similar a la madera quemada impregnó la cueva.
Los científicos saltaron de sus
sillas al unísono, mirando con miedo la puerta derribada entre la mojada
superficie. Vieron a Glova salir de Otsufur dando un paso tembloroso hacia
delante. Tenía la máscara de oxígeno aún colocada, al igual que muchos finos
tubos que le atravesaban la piel para nutrirle. Sus piernas heridas flaqueaban,
pero al notar que tantos cables le aprisionaban, tiró de ellos, abriendo
heridas por todo su cuerpo.
– ¡No, Glova! – gritó Lachi
poniéndose en su campo de visión – ¡Estás curándote, tranquilo!
– Lachi… - escucharon su voz
enlatada por la propia máscara de oxígeno. Cayó de rodillas y el doctor
consiguió sostener su cuerpo antes de desplomarse en el suelo.
– ¿Cómo ha pasado esto? –
preguntó Nasera.
Lachi se llevó un dedo a los
labios y chistó suavemente mirando de soslayo a Glova en sus brazos – Aquí no –
cortó el científico – Ayúdame a trasladarlo a la cama y trae el kit médico.
Cuando dejaron listo a Glova en
un apañado colchón, los científicos volvieron a la zona donde Otsufur yacía
roto.
– ¿Cómo es posible? – volvió a
preguntar Nasera mientras miraba la pantalla del ordenador y tecleaba.
– Eso querría saber yo – dijo
Lachi con las manos en las caderas, mirando la puerta de su valiosa máquina
tirada en el suelo húmedo – Tenía sedante suficiente para dormir durante un día
entero.
– Los recuerdos artificiales se
han interrumpido justo tras la muerte de nuestros hijos – dijo Nasera, leyendo
los datos en el ordenador – Según el programa, debería haberse puesto furioso y
calmarse hablando con nosotros.
– ¿Crees que eso debió haberle
despertado?
– Probablemente -respondió la
doctora – Ya pasó algo así hace unos años. Tuvimos que sedarle con una dosis
doble.
– Cierto – murmuró Lachi mientras
inspeccionaba el estado interno de Otsufur – Quizás mañana se despierte, así
que pongamos en orden todo y planifiquemos bien lo que contarle para no
contradecir los hechos.
– Es lo mejor.
– Te lo dije – el saiyan escuchó
hablar a un ser sin rostro – Falacias, falacias, falacias…
Glova despertó en medio de la
oscuridad. Abrió los ojos, pero le escocían. Se incorporó de aquella cama en la
que estaba y notó cuánto le dolían los huesos. Su pelo negro mantenía un
flequillo dividido en tres mechones principales y otro menor. Su rostro era escuálido
y marcaba los pómulos de manera antinatural. Iba vestido una camiseta de mangas
largas que le quedaba ancha, conjuntada con unos pantalones que se adaptaban a
cualquier medida.
– Ah… - quiso balbucear.
Hacía tiempo que no articulaba
palabra alguna, lo notaba. Su enfermedad le martirizaba de nuevo. Entonces se
acordó de lo último que había pasado: la muerte de sus mejores amigos cuando
mantenían el rumbo hacia Glasq. Por un momento pensó que había sido un sueño,
pero de inmediato se dio cuenta de que no podía estar en otro lugar más que en
aquel planeta.
– No… – su voz temblaba y volvió
a tumbarse. Sus gemidos precedieron al llanto, y el llanto la calma. No sabía
cuánto tiempo había transcurrido, pero al volver a incorporarse tuvo la sensación
de tener cuarenta años más de los que suponía.
Por fin se levantó y creó una
esfera de energía que iluminó la sala. Era un sitio cavernoso, con algunos
muebles ampliamente posicionados. Escuchaba un ruido de fondo: era la lluvia.
Se guio por el sonido y llegó a la salida de la cueva. Pisó el suelo mojado sin
techar y sintió cómo el agua pura recorría su cuerpo hasta empaparle para luego
volver a entrar y buscar a sus tutores – Lo necesitaba – pensó para él.
– ¡Nasera! – gritó él - ¡Lachi!
– ¿Glova? – apareció el doctor
desde la profundidad de la cueva – ¿Ya estás recuperado?
– Dime que fue un sueño, Lachi… –
Glova llegó en varias zancadas hasta su tutor y cayó de rodillas ante él.
El doctor se agachó y le acogió
en un caluroso abrazo, intentando calmarle a él y a sí mismo. Sabía por quién
lloraba el saiyan y le era imposible no identificarse. La muerte de su hija era
demasiado, aun habiendo pasado años en la realidad.
Nasera llegó y se adaptó a la
situación lo mejor que pudo – Lo más plausible es explicar todo desde el
principio – se dijo.
Entonces comenzaron en orden:
Glova llevaba unas semanas en Glasq recuperándose de su enfermedad tras la fatídica
huida del Planeta Vegeta. El emperador Freezer en persona decidió destruir el
planeta para eliminar la raza saiyan.
– Cuando escapamos, los saiyans
no dudaron en disparar a matar contra nosotros – recalcó Nasera con un deje de
dolor en la voz – Nos odiaron hasta el último segundo. Los escudos de la nave
se activaron mientras recibía el disparo que asesinó a Cushdi y a Dion.
– Para colmo – siguió Lachi –
cuando llegamos aquí confirmamos que este planeta ya formaba parte del imperio
de Freezer. Así que tuvimos que escondernos en este profundo lugar para que no
nos encontraran. Pero contigo… – continuó él, apretando el abrazo – …estaremos
a salvo.
Glova necesitó procesar todo en
poco tiempo, porque a los dos días de su despertar, los doctores no dudaron en
volver al entrenamiento de meditación y concentración para, en un futuro no muy
lejano, rebelarse en contra del emperador – No debemos llamar la atención –
explicó Nasera – Si entrenamos a lo loco, nos descubrirán. Así que no salgas de
la cueva hasta que te digamos que estás listo para afrontar riesgos.
– No es ningún inconveniente –
pensó Glova – Ya he aprendido mucho sobro los diversos entrenamientos que podía
realizar sin armar demasiado escándalo. Khän se lo había ido enseñando.
– Un momento… – concluyó Glova en
una explosión de recuerdos – ¡Khän!
Salió de la cueva en pleno
atardecer y contempló dónde se situaba la caverna. Se encontraba al pie de una
montaña, en plena selva tropical.
Desde el aire, el saiyan supo
dónde se hallaba – Estamos en el mismo territorio, pero hacia el oeste del
antiguo campamento donde vivíamos – recordaba alegremente – Es la misma selva.
Y si es la misma selva… - sonrió – Sé cómo llegar hasta Khän.
Al darse la vuelta se le cortó la
respiración por un momento. Podía ver una pequeña ciudad llena de altos y
alargados edificios que conectaban con el manantial principal del área boscosa.
Donde antes comenzaba el llano desierto al sudoeste de la selva, ahora se
erigía una emergente ciudad tecnológica.
– Mejor ir a ras del suelo.
Voló hacia el desierto del este,
por donde Khän le había brindado su hogar en variadas ocasiones hacía ya casi
una década. Le costó encontrar la entrada al subsuelo en forma de túnel, pero
logró avistarla y continuó por el corredor subterráneo para dar con su maestro,
con su amigo.
Paró en seco cuando la esfera de
energía que iluminaba su camino hizo ver la entrada a la enorme sala del trono,
donde Khän solía estar mientras le daba sus explicaciones. Vaciló antes de
entrar, pero tras un suspiro de alivio, Glova cruzó la gran puesta de madera.
Y allí estaba el gigante, sentado
en su trono, mirando a Glova fijamente, como si pudiera oír los latidos del
recién llegado. Su mano izquierda sostenía la esfera a la que llamó Blantir y
la derecha apuntaba al saiyan.
– Un saludo al monarca – dijo el
anciano.
Espero que os haya gustado esta primera temporada, que más bien es como una presentación de la historia de este protagonista que ya todos conocemos como Glova.
ResponderEliminarNuestro saiyan es ahora adulto y los niveles de poder que tanta confusión dejan en la obra de Toriyama aquí veréis que con niveles tan altos como el del emperador Freezer pierden su sentido y coherencia.
No me gustaría limitar cada personaje a una cifra porque sinceramente nunca me entusiasmó esta idea.
¡Disfruten, y ánimos a todos!
Bien, he terminado esta temporada. Lo primero es lo primero, mis felicitaciones por esta historia, muy buena, es algo que nunca había visto en un fic de Dragon Ball. Mis Enhorabuena.
ResponderEliminarCada cuanto publicas capítulo?
Bien, empecemos, Glova me cae muy bien, siento lástima por él. Khän es evidentemente muy misterioso, parece un Namekiano por momentos, y la verdad me despista cuando habla en tercera persona xD. Cómo es que permanece cuasi inmóvil en su trono mientras construyen una ciudad cerca de él?
Este planeta Glasq en si es un misterio. Que nombre le ha dado el imperio de Freezer?
Las enseñanzas de Khän, lo de proyectar el ki externo me recuerda a algo asi como la Genki Dama. Y lo de lanzar ataques por la espalda, el pecho etc, es muy interesante, creo que no es algo visto en el canon original. Pero, para que Khän entrena a Glova? Lo prepara para algo más?
Los tsufurs son particulares, Lachi parece que por momentos desarrolla sentimientos por Glova, y es el mar racional de los dos científicos. Nasera cada capítulo que pasa parece estar más cerca de perder la cordura jajajaja.
Se menciona varias veces que Glova tiene la cola más larga de lo normal, eso le aporta algo a favor o en contra, o es sólo un aspecto estético?
Y la técnica Oreia Kaiol? Tiene algún significado su nombre? Glova aprenderá a usarla?
Por cierto, amé a Palter, que lástima que muriera, me caía muy bien por su honor. Zord y Freeves tenían habilidades muy interesantes con sus armas dr Katchin, me agradó mucho verlo.
Finalmente, a partir de ahora ya no veremos unidades de poder porque son muy confusas? Y, en que momento de DB está ocurriendo esto? O lo veremos mas adelante?
Ah me olvidaba, que quiere decir Zord, cuando dice que es un "gin" que es eso?
EliminarEs un mero detalle. Gin hacía alusión a su raza, intentando dar a entender que era una raza rica y que podía hacer muchas cosas por él si le perdonaba la vida.
EliminarMe alegra mucho que te esté gustando tanto =D
ResponderEliminarKhän es un personaje realmente extraño. Parece vivir alejado de todo lo que le rodea y su modo de existencia es, como bien dices, desconcertante para el lector (¿de qué vive? ¿cómo hace para no inmutarse cuando invaden el planeta donde vive?). Poco a poco podréis ir descubriendo cosas de él y de por qué parece un namekiano (supongo que lo dices porque parece que sabe muchas cosas).
El planeta Glasq probablemente hubiera sido bautizado con algún nombre del imperio cuando lo tomaron y comenzaron a construir la primera ciudad, pero como no es relevante para la historia y no quise liaros con más nombres, no lo mencioné. Ni si quiera pensé en uno.
¿Para qué entrena Khän a Glova? es una buena pregunta ¿tendrá otras intenciones que no sean ayudar a nuestro protagonista? ;)
Que la cola sea más larga es un punto 100% estético. Sí que me replanteé en su día darle algún otro tipo de importancia, pero finalmente decidí que no.
Oreia Kaiol son dos palabras inventadas. Pero sí que provienen de cierto significado: oreia la elegí por su raíz léxica relacionada con el tiempo (o con la hora, para que nos suene en español), Kaiol proviene de un nombre hindú creo (Kajol) cuyo significado si mal no recuerdo era algo así como ojos hermosos.
No puedo decir si Glova aprenderá a usarla. Ya lo iréis viendo :)
Me alegro que te gustara la pelea, espero haber transmitido bien el sentimiento de pesadez de una pelea tan dura que se extiende más allá de las ganas de vivir de Glova.
En cuanto a las unidades de poder... digamos que sí. Guiarse por ellas, como habréis podido comprobar en este combate contra el escuadrón Palter, no sirve de mucho. Sobre todo con energías tan volubles como la de Glova. De hecho, ni si quiera él puede concretar hasta dónde puede llegar. Recuerdo que ha peleado contra un escuadrón de élite en unas condiciones físicas lamentables.
¿Cómo situar esto en la historia original? Pues en el primer cap. dije que Glova nació días antes de la explosión del planeta Vegeta. Así que podemos deducir que tiene la misma edad que Goku (en estos momentos Glova ya tiene 5 años, creo).
De todas formas, la trama tarde o temprano se unirá a la de la historia original. Así que no tendréis dudas.
Cuando dije que tenía 5 años me refería a cuando combatió contra el escuadrón. En cualquier caso, Glova tiene una edad parecida a Goku.
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